Se trata de un ser que habita los ríos y lagos profundos. Es una creencia originaria de Centroamérica. El Ahuitoztl posee el aspecto de un perro negro de pelo corto y tiene manos de mono y orejas puntiagudas. También una cola que se asemeja a una mano humana.
Es un ser peligroso, consigue a sus víctimas sacando la mano desde el fondo del agua simulando pedir ayuda o imitando el llanto de un niño. Entonces, cuando alguien acude en ayuda del supuesto ahogado, el Ahuitzotl atrapa al desafortunado y lo lleva a las profundidades. La bestia comería sus ojos, sus dientes y su uñas.
Pese a la maldad del Ahuitzotl, se le atribuye ser un servidor de Tlaloc, dios de la lluvia. Por lo tanto, aún cuando asesina a sus víctimas, son almas benditas.
Su versión voladora recibe el nombre de Atotolin y es conocido también como “coyote acuático” y se dice de él que solo aparece durante la fiesta de Santiago. En esta variante, es descripto como un ave de cuello largo y pico filoso con plumas grises en el cuerpo y blancas en el pecho. Su garras, cuya forma se asemeja a una mano humana son las que utiliza para ahogar a sus víctimas en los ríos y lagos por los que aparece.