Un relato documentado por Benito Feijoo cuenta la leyenda de un joven que a mediados del siglo XVII fue a nadar a un río con unos amigos y al ver que pasadas las horas no aparecía, consideraron que se había ahogado. Varios años más tarde, unos pescadores atraparon en el mar a un extraño ser con la apariencia de un hombre joven de tez blanca y cabello rojizo pero que tenía una cinta de escamas que bajaba desde la garganta hasta el estómago y otra que cubría todo el espinazo. Tenía además las uñas gastadas por el salitre. Este hombre pez fue llevado a un convento. Cuando logró comunicarse dijo “Liérganes”, y allí fue trasladado para ser reconocido por su madre. Se dice que vivió algunos años en la casa de sus padres pero finalmente desapareció probablemente para volver al mar que se había transformado en su hábitat natural.