Conocido también como Ojancanu, se trata de un gigante de la tradición cántabra y encarna todo el mal, lo negativo y lo salvaje. Este ser tiene diez dedos en cada pie y en cada mano. Su rostro es redonde y amarillento. Posee una barba larga color rojo intenso y un único ojo en medio de la frente. El ojo, brillante esta rodeado de arrugar pálidas y pequeños puntos azules.
Se dice que cuando quiere causar daños en los pueblos, puede transformarse en un mendigo anciano y pide albergue en cualquier casa desapareciendo al amanecer luego de haber dado muerte a vacas, ovejas y gallinas. Otras veces roba los ahorros y otros objetos de las viviendas. En otras versiones, se transforman en un árbol robusto a orilla de los caminos y al pasar un carro con leña u otro cargamento, este se derrumba sobre los bueyes. Otras historias cuentan sobre robos a bellas pastoras y destrucciones de cabañas.
La mujer del Ojáncano, lo supera en fealdad y maldad. Mientras que el ojáncano posee un solo ojo, su versión femenina tiene dos, pero siempre cubierto de lagañas. Posee también los colmillos de un jabalí ypechos tan largos que puede llevarlos hacia la esplada. La ojáncana devora cuanto encuentra a su paso.
La única manera de combatrilos es dándoles muerte, cosa que solo es posible si se le arranca un pelo blanco que posee entre su roja barba. Según la tradición, cuando envejece lo suficiente, sus propios pares lo asesinan, le abren el vientre y reparten lo que lleva dentro enterrándolo junto a un roble. Del cadáver del ojáncano, al cabo de nueve meses, surgen unos enormes gusanos que la ojancana amamanta con la sangre de sus pechos hasta que al cumplir tres años se transforman en ojáncanos y ojáncanas para comenzar otra vez el ciclo de maldades.