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Podemos identificar tres formas o procedimientos básicos a través de los cuales se altera el orden natural para dar el nacimiento a un ser extraordinario. Veamos pues:
Este mecanismo implica la integración de componentes de dos seres para dar lugar a una nueva especie. Dentro de la adjunción cabe discernir:
Se trata de seres cuya monstruosidad se debe a la enormidad. En efecto, exageran el tamaño o algún otro atributo de alguna criatura existente. Los gigantes son un buen ejemplo de este tipo de seres.
Se corresponden con la figura retórica de la hipérbole.
Lo excesivo no depende del tamaño sino de la cantidad. Las serpientes en la cabeza de medusa serían un ejemplo, aun cuando el caso supone también una combinación (humano-serpiente).
Se corresponde con la figura retórica de acumulación.
El carácter extraordinario está dado por la ausencia de algún aspecto en comparación con el orden natural.
El ser mitológico es una versión reducida de su referente mundano. Duendes y otros seres pequeños, cualquiera sea la causa de su pequeñez, se basan en este concepto.
Se corresponde con la figura retórica de la lítole.
Supone la supresión de algún elemento que transforma al ente en monstruo por ser un desvío de la normalidad. El cíclope, con un solo ojo, es un ejemplo de este tipo de construcción mitológica.
Se corresponde con la figura retórica de la Elipsis.
El ser mitológico es solo una sección de lo que debería ser. Así, una cabeza sola que sobrevive sin su cuerpo, es un caso de fragmentación.
Se corresponde con la figura retórica de la Metonimia.
Los seres híbridos se componen de la combinación de atributos de seres diferentes. Estos seres imposibles se corresponden con a figura retórica de la paradoja. Son ejemplos de este caso pegasos y sirenas.